
Esta semana se celebra el día del médico, y decidí adelantarme al escribir estas líneas en honor a esos increíbles seres humanos que decidieron dedicar su vida a salvar la de otros congéneres. En sí, los médicos son personas vocacionalmente diseñadas para amar una profesión más que a ellos mismos.
Lo afirmo por todos los riesgos que corren, como se matan estudiando por años y años para llegar a ser lo que son, la tensión a la que siempre están expuestos. Su vida laboral es intensa y tensa. Su pasión es nuestra salud, procurárnosla y recuperárnosla. Y la mayoría de ellos por siempre, se dedican sistemáticamente al estudio, a conocer más de su especialidad, a estar a la vanguardia con nuevos tratamientos, medicamentos e instrumentos.
Es una profesión que demanda la investigación permanente, la curiosidad, pero sobre todo tener muy claro que de sus decisiones depende la vida o buena recuperación funcional de un paciente.
Son personas que explican con sencillez temas complejos. Saben evitar herir nuestros sentimientos, pero a la vez saben decir las cosas como son.
El agradecimiento que se siente por un médico es indescriptible. Si crees en los ángeles, la mayoría de ellos, yo siento que lo son.
Han prometido cumplir un juramento milenario, es su compromiso con la humanidad, el siempre velar por la salud de sus pacientes, y vaya que lo hacen, permanentemente preocupados, siempre al tanto del progreso de los convalecientes a su cargo.
En épocas recientes con la pandemia, en mi escala de valores han superado a cualquier superhéroe, siendo ellos reales y no personajes fantasiosos.
Sus cuidados han salvado a estas alturas a miles y miles de personas. Sus jornadas de trabajo son brutales. Su angustia es infinita. Su frustración y tristeza cuando alguien se va es notoria. Y, aun así, se quitan la tristeza y se van a su siguiente caso.
Se nos olvida, pero, además, son humanos, personas como tú o como yo, abuelos, padres, hermanos, parejas, parientes, hijos… Sin embargo, su profesión y su alto compromiso y responsabilidad les arranca la posibilidad de tener muchas veces tiempo de calidad con sus seres queridos. Y de nuevo, son capaces de dejarlo todo por atender a una persona enferma o con alguna urgencia.
Es por eso por lo que te pido ser condescendiente con estas nobles y admirables personas. Te pido agradecerles por simplemente haber optado esa profesión. Te pido no maltratarlos nunca, pues en la primera situación de un problema de salud, ellos velarán por ti.
Para terminar, explico las fotografías que ves en esta nota, pues es el máximo homenaje que puedo hacer a los médicos más cercanos a mí. Ellos son mis queridos Tíos, Estela y Guillermo, que son esposos, y, además, ambos son Médicos.
El, mi Doctor de toda la vida al igual que el de mis padres, y mis seres queridos. Siempre atento, siempre divertido, siempre amable, siempre preocupado, siempre estudioso y conocedor de toda nuestra historia médica. Domina de forma indescriptible la química de todo tipo de medicamento, se acuerda de memoria lo que puedes y no puedes, y lo ves en la foto en acción, revisando en su domicilio a mi Papá hace solo unos días.
Si, es de esos Médicos que incluso van al domicilio. Mi querido “Tío Memo” sabe que lo admiro y quiero mucho, es una persona muy capaz y excepcional. Se que al leer estas líneas estará molesto, pues es exageradamente sencillo y nada presuntuoso. Pero es increíble verlo trabajando, un internista de primera, preciso, siempre con el diagnóstico correcto.
Ella es mi querida Tía Estela (“Eta”).
Ella, que alguna vez me dijo que “lo único bueno en exceso es el estudio”…
Ella, una anestesióloga de clase mundial, miembro titular de la Academia Nacional de Medicina, investigadora, autoridad en anestesia pediátrica, creadora de diversos protocolos y tablas empleados por los anestesiólogos, maestra de cientos (diría más bien, miles) de médicos, innovadora en el diseño de nuevos anestésicos, creadora de la Anestesia Caudal en recién nacidos e infantes, una técnica que hoy en día es utilizada universalmente… pero en especial, literalmente, ella es, mi segunda madre.
Tu madre es la que te da la vida. Pero yo, al nacer, por un error que no vale la pena ahondar, nací sin respirar por varios minutos. Ella estaba allí, acompañando a su hermana, mi madre, meramente como “observadora”, y al ver lo que pasaba, me atendió directamente, actuando ágilmente como es su estilo, y así, logró regresarme a la vida…
Entonces, si, madre es quien te da la vida, y, el día que nací yo tuve 2. Mi Mamá que en paz descanse, y mi Tía, la doctora que me acabó dando una segunda oportunidad…
Así que, ya lo sabes, dentro de lo bueno que hay en México, están nuestros muy queridos e indispensables Médicos. Muchas gracias a todos ustedes, queridos doctores, por su trabajo, por su esfuerzo, por su templanza, por sus sacrificios personales y por siempre estar atentos a nuestro apoyo.
Mis mejores deseos no solo en su día, sino por siempre y para siempre.
La administración y cariño que rxpresss no por tu Tía es es entrañable
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