La Ley  Stein: Si algo no puede durar para siempre, se detendrá

A muchas personas no les gustan los cambios.

  • Una persona mayor puede darse cuenta de que el ejercicio que podía hacer antes con facilidad ahora ya es algo imposible.
  • Un sistema de pensiones, con una población cada vez más longeva va a terminar por colapsarse.
  • Tu habilidad para hacer tu trabajo, en algún momento llegará a decrecer, a no tener la misma energía, hasta que, simplemente, tengas que parar.

Y es precisamente en este último ejemplo en el que me quiero concentrar.

Todos pensamos en que, ya que empezamos nuestra vida productiva, simplemente esto sucederá para siempre, con la misma intensidad y de la misma forma.

Yo por ejemplo recuerdo que, por la década de los años 80, me era muy común tener reuniones y desayunos a las 7 de la mañana, eso después de haber hecho ejercicio por supuesto, y tener una jornada que fácilmente acababa diariamente a las 10 de la noche.

Hoy, más de 40 años después, te afirmo que, si llego a hacer eso una semana seguida, sin duda mi rendimiento va a ser negativo, simplemente ya no me sería posible.

Y sin ponerme a mi de ejemplo, veo en general como grandes ejecutivos y empresarios, poco a poco, van perdiendo la energía, y por más “ganas” de hacer las cosas que tengan, simplemente, o el mercado cambió, o los hábitos de consumo cambiaron, o las necesidades son otras, o todo lo anterior, y ya no se puede hacer más de lo mismo.

En pocas palabras, todos planeamos para trabajar por siempre, ninguno planea para entender cuando se debe y tiene que parar.

Quiero aclararte que esto NO es un tema de “edad”. Es un tema de actitud mezclada con tu situación, con tu salud y con tu entorno, todo combinado y al mismo tiempo.

Es ridículo pensar que, una vez que te subes a la “banda del trabajo” esa banda en la que caminas todo el tiempo y aparentemente nunca termina. Pero, todo termina. La pregunta es, ¿cuándo debe de terminar y que hacer a partir de allí?

En mi opinión, a todo mundo le llega esto a diferente hora. En el medio corporativo, hace mucho se estableció que esto debería de pasar entre los 62 y 65 años de vida. Pero esto era cuando la esperanza de vida era de no más de 75 años.

Hoy, es común ver a las personas llegar a 90 años avanzados, y en muchos casos bastante bien.

Me ha sorprendido, por ejemplo, que ejecutivos y empresarios sexagenarios, están sobre esforzándose para hacer lo que hacían 30 años atrás. Les invade la frustración, les provoca ansiedad, miedo e incertidumbre. Se nota su angustia, se nota su desesperación para todavía trabajar más duro, hacer más, verse “más jóvenes”, sin entender que hay dignidad y valor en las canas, en un caminar más lento, en pocas palabras, afrontar la madurez o la vejez.

Sin embargo, puede haber un cambio interesante en nosotros a raíz de la ley de Stern.

Si reconocemos que todo va a parar, debemos pensar en esa escena en la película de “Toy Story” en la que Buzz Lightyear dice que “no estoy volando, estoy cayendo con estilo” y hacer lo mismo, “caer con estilo”.

Esto significa, en redefinirnos lo que consideramos éxito. Esto significa no tratar de impedir la decadencia, más bien es ubicar muy bien las deficiencias, es dejar ir ciertas cosas en lo que estás haciendo, para las que seguramente trabajaste muy duro, pero que ahora ya están desgastándote más que ayudándote.

Es reconocer partes de tu vida que te harán feliz, sin necesariamente hacerte alguien “especial” o diferente. Es hacerle frente a una siguiente etapa en tu vida, muy probablemente la etapa terminal con optimismo y confianza.

Finalmente, es reconstruir amistades que abandonaste a costa de la creación de tu vida profesional, y cambiar tu forma de actuar a algo que muy seguramente será diferente y hasta incómodo. En este escenario, toda idea puede ser válida, aun cuando años atrás la vieras como ridícula o inviable.

Todo esto puede suceder, pero, al final, lo más importante es que tú, año con año, te sientas mejor, que seas una persona más feliz. Entendámoslo: la única constante en la vida es el cambio, y no reconocerlo y hacerle frente es equivocado, ¿no crees?


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