La ventaja competitiva que nadie ve: saber preguntarle a los datos

Si algo abunda hoy en día son datos de todo tipo de sistemas, fuentes, creadores, en fin, hay un exceso de datos. Y es por esto que se va diluyendo el simple hecho de pensar que con solo tenerlos es suficiente. Hoy todos tienen acceso a los mismos datos estructurados y no estructurados: CRM, ERPs, sensores, redes, aplicaciones en pocas palabras, la disponibilidad dejó de ser una ventaja competitiva.

Así, lo que antes era “exclusivo” (data warehouses enormes, tableros de control sofisticados, etc.) hoy es lo común para todos podría decirse que la tecnología democratizó toda esta cantidad de datos.

Peor aún, yo veo que ahora el problema es haber acumulado tantos datos sin saber qué buscar, lo cual en vez de simplificarlo todo genera complejidad, no hay claridad y así llegamos a una triste conclusión: contar con más fuentes de datos no producen más inteligencia.

Entonces, vemos que el verdadero problema ya no es almacenar datos, sino interpretar y accionar sobre esos datos. Antes el ágil se comía al lento… Ahora las empresas que no transforman datos en decisiones rápidas pierden ritmo competitivo, esas son las nuevas empresas “lentas”.

La nueva ventaja: preguntas inteligentes

He tratado este tema con profundidad. Te recomiendo si esto es de tu interés escuchar mi episodio: Más allá de las Respuestas: Lo de hoy es hacer las preguntas correctas. Y es que hoy en día, una pregunta bien formulada filtra ruido, prioriza evidencia y revela dónde realmente existe oportunidad o riesgo.

Las preguntas profundas obligan a definir el éxito antes de analizar: ¿qué podemos cambiar si entendemos mejor los datos?

De hecho, preguntar bien evita el clásico error ejecutivo: decidir primero y justificar después. Así, el que efectúa las preguntas correctas anticipa su orientación estratégica antes que la competencia, lo que provoca foco y velocidad. Y es así como lo que ahora es clave se define en una sola palabra: claridad.

Smart decision layers o capas de decisión estratégica

Este fascinante concepto se refiere a las “capas invisibles” entre los datos y la acción tales como: políticas, automatizaciones, reglas, modelos, criterios, umbrales.

Estas capas permiten que una organización responda de manera consistente, repetible y rápida sin depender de reuniones interminables. Convierten las mejores prácticas en decisiones operativas: precio, riesgo, demanda, asignación, prioridad y generan un ciclo donde las decisiones alimentan más datos, que a su vez refuerzan mejores decisiones.

Las empresas con decision layers efectivas aprenden más rápido que las demás, y esa rapidez se convierte en ventaja competitiva. E insisto, no es tecnología lo que hace la diferencia, sino el diseño de decisiones: qué automatizar, qué supervisar, qué escalar.

¿Por qué esto es una ventaja competitiva real?

En esencia, la velocidad para aprender y corregir supera a la velocidad para acumular datos. Las preguntas inteligentes generan decisiones que cambian el desempeño del negocio: menos costo, más precisión, mayor satisfacción, más ingresos.

Y cuando la competencia no puede copiar tu forma de preguntar ni tu proceso de tomar decisiones solo podrá llegar a copiar tus datos, pero no tu pensamiento y además, lo hará tan tarde que para ese momento, tu empresa ya estará en el siguiente ciclo de decisiones.

En pocas palabras las decisiones inteligentes crean resultados confiables que retroalimentan la cultura: confías más en los datos porque te ayudan. Así, entrando en un ciclo virtuoso de hacer preguntas, tomar decisiones y difundir lo aprendido crea una ventaja acumulativa tipo “interés compuesto” que es imposible de replicar rápidamente.

El producto final de proceder así es poder ver antes que otros dónde están las oportunidades emergentes, y eso crea asimetrías competitivas que se mantienen con el tiempo.

¿Qué pasa cuando esta ventaja NO se aprovecha?

En esencia, los datos se convierten en “decoración ejecutiva”: son tableros bonitos con impacto muy pobre. Lo peor es que se confunde análisis con acción: grandes analíticas, mala ejecución. Yo siempre me frustro cuando veo a grandes ejecutivos con presentaciones increíbles del por qué no se cumplieron los objetivos…

Y esto provoca como consecuencia que competidores más pequeños que toman decisiones más relevantes con menos recursos se adelanten a tu empresa.

Por otro lado, tu empresa queda atrapada en la lentitud y la sobreinformación: todo se reporta, pero se decide muy poco y muy lentamente.

Y entonces la empresa se desespera, el instinto toma el control, no porque sea mejor, sino porque los datos no aportan claridad.

O sea, rara vez falla la analítica; falla la pregunta estratégica que nunca se formuló. Esa falta de claridad genera decisiones reactivas y vulnerabilidad a cambios de mercado.

Conclusión: ¿Cómo aprovechar esta ventaja competitiva?

Empieza por identificar qué decisiones cambian el negocio y cuáles son repetitivas: ahí debe concentrarse la analítica. Formula preguntas que eliminen incertidumbre en esas decisiones, no que llenen reportes. Define qué datos son necesarios después de tener clara la pregunta, no antes.

Asimismo, empieza una práctica interna que provoque construir decision layers que automaticen decisiones operativas y guíen decisiones estratégicas.

En paralelo, establece un proceso de medición: ¿cuánto mejoró la decisión respecto a la línea base? Y educa a los equipos para que vean los datos como un insumo de decisiones, no como un “reporte para cumplir”.

Por lo anterior, la idea es sustituir la obsesión por tableros de control o “Dashboards” con la obsesión por claridad: ¿qué decisión toma este dato?

Si todo esto sucede, la filosofía de toma de decisiones interna cambiará, y te aseguro que sus resultados también.


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