
Hace poco me crucé con un par de términos que no conocía. Por un lado, el “edadismo” y por el otro la “sexsalescencia”.
Empezando por el edadismo,se define como la discriminación o sesgo basado en la edad, que puede afectar tanto a personas mayores como jóvenes. Es algo muy común en la fuerza laboral, lo viví cuando abrí mi empresa y tenía apenas menos de 24 años, donde al verme “joven” eso se asimilaba con “falta de experiencia” a lo que yo insistía que la capacidad no se medía en edad. Y, por otro lado, tenemos a la gente entre comillas “mayor” o sea, que, si tienes más de 40 años, ya se te aprecia al buscar un trabajo como que “tu perfil está sobre capacitado” y que buscan a personas con menos experiencia. Entonces aquí está el detalle, o eres muy joven o eres muy viejo, y en ambos casos todo está mal… Sin embargo, esta tendencia es mucho más marcada para personas de edad “mayor”
Impacto del edadismo en los negocios
El edadismo en los negocios se manifiesta en dos dimensiones:
- Laboral: al asumir que las personas mayores son menos innovadoras, adaptables o digitales.
- De mercado: al ignorar el enorme poder adquisitivo y aspiracional de los consumidores mayores de 50.
Este sesgo suele ser inconsciente, sostenido por narrativas culturales que glorifican la juventud y asocian la innovación con ser “joven”. Esto no solo es injusto, es ineficiente, porque deja fuera talento, experiencia y oportunidades que podrían impulsar a cualquier negocio simplemente poniendo atención (o más bien dejando de prestar atención) a la edad como un factor que limita oportunidades.
Haciendo al edadismo una oportunidad de negocio
La clave está en considerar en las estrategias empresariales una forma de accionar de forma intergeneracional.
Para esto, por ejemplo se deberían de hacer equipos con diversidad de edades y así mejorar la forma en la que se toman las decisiones. Esto siempre provocará ideas disruptivas, combinando intuición pero también una dosis de arriesgarse; habrá prudencia, pero también “ideas locas” gracias a tener una mezcla de edades.
Por otro lado, las personas en la edad adulta “madura” (50 años o más) cada vez es un mercado más grande, financieramente en general estable y que con el tiempo se ha sofisticado mucho en sus gustos e intereses.
De esta forma, se puede ver que hay industrias que van beneficiándose más al tener a esta demografía en cuenta, tales como:
- Salud, bienestar y seguros: rediseñando productos para la longevidad activa.
- Tecnología: adaptando interfaces y experiencias digitales para todos los rangos de edad.
- Moda y belleza: redefiniendo aspiración y estética sin importar la edad.
- Turismo y educación: aprovechando la “segunda juventud” de quienes buscan experiencias con sentido.
En conclusión, donde algunos ven “el fin de carrera”, hay otros que ven una nueva etapa de consumo.
El caso de la sexalescencia: tendencia que está redefiniendo el envejecimiento
Un caso especial del edadismo lo conforma la sexalescencia (o “sexalescence” en inglés) que se refiere a la vitalidad emocional, intelectual y física de las personas de 60 años o más que viven su edad con plenitud, deseo de aprender y autonomía.
Vale la pena aclarar que no es una moda, es una redefinición del envejecimiento: el paso del “cuidarse para no envejecer” al “vivir bien mientras se envejece”.
Tomar en cuenta la sexalescencia en los negocios puede implicar:
- Penetrar en un segmento de personas que cuentan con tiempo, recursos y ganas de disfrutar.
- Esta población es muy propensa a considerar productos y servicios aspiracionales enfocados en bienestar, conexión entre amistades, viajes, reinvención profesional o digital.
- Grandes oportunidades de entretenimiento, mercadotecnia , promoción y comunicación más inclusiva que deja de mostrar al adulto de este rango como frágil y mostrarlo como activo y relevante.
Así pues, la sexalescencia es una revolución silenciosa de consumo con propósito y experiencia.
¿Qué pasa si las empresas ignoran este fenómeno?
Yo considero que esto sería una catástrofe a nivel estratégico, pues se va a perder un mercado que está haciéndose más grande, donde la esperanza de vida ha dejado de ser 65 años ya hace mucho, y de hecho podemos ver a personas de más de 80 años con buen tiempo todavía para ser buenos consumidores, por ejemplo.
Por otro lado, las empresas que ignoren al edadismo pueden tener un daño reputacional el porque si hablamos de “inclusión” este es un buen ejemplo de este término.
Peor aún, dejar de tener en la empresa a esta demografía es perder talento estratégico, justo cuando las organizaciones necesitan experiencia para navegar la disrupción.
Y, por si fuera poco, también pueden perder credibilidad, ya que un negocio que discrimina por edad refleja un liderazgo que no entiende la diversidad como fuente de ventaja competitiva.
Así pues, ignorar el edadismo es quedarse atrapado en una visión lineal de crecimiento, cuando el futuro será circular, colaborativo y multigeneracional.
Conclusión
El futuro de los negocios pertenece a quienes sepan unir generaciones, no separarlas. Ser una empresa inclusiva por edad no es un gesto moral, es una estrategia de sostenibilidad y crecimiento.
En una época que idolatra la novedad, la sabiduría será un diferenciador clave, discreto, pero muy eficaz.
Es así como el edadismo no es solo un sesgo social, es un error estratégico. Porque la experiencia, cuando se combina con capacidad de ejecución es uno de los mejores motores de innovación.